Clara Valverde
¿Quién
soy?
MUCHO
CUENTO
NARRATIVA DESDE LA VULNERABILIDAD
Manuscrito inédito
Extractos
(Primer esbozo, sin corregir)
VII
LA MEDICINA BASADA EN LAS HISTORIAS:
EL DERECHO A LA PALABRA
* * * La palabra en mi ser de cuerpo habla de otra historia, de la que existe debajo de lo pensado y de lo dicho. Toda la evidencia apunta hacia acá (todo lo que digas se puede utilizar contra ti) pero el corazón se dirige hacia ese otro allá (no hay veredicto ni condena).
* * *
Poco a poco se crea distancia entre la escritora, la narradora y el yo ausente.
* * *
Las texturas del silencio del SFC: ahora exijo que sean visibles, que se oigan.
* * *
La vida de antes era la canción querida, esa de los años ideales a los que esperaba volver, a los que deseaba anclarme. Pero ya no. Sin darme cuenta, las palabras de esa canción ya no significan lo mismo.
* * *
Lo que decía y sentía, no estaba en mis numerosos historiales clínicos. Ahora lleno nuevas páginas con el desconcierto de los cambios y el descubrimiento de lo innombrable, mientras un geógrafo me anima a ser exploradora.
* * *
Lo innombrable que sostenía la estructura aparentemente sólida fue nombrado. Vigas, paredes y techos se derrumbaron dejando a la vista esas estrellas que me acompañan por la noche.
* * *
Palabra tras palabra, semana tras semana, aumenta la masa crítica de los nuevos significados.
* * *
Las palabras para que esto no sea invisible, las palabras para decirlo, las palabras para decírselo, para tomar el poder de definir: sufrimiento, mejoría, empeoramiento. Son mías.
* * *
¡Las palabras oficiales están tan lejos de mi yo! “Descanso”, para otros, significa cambio, placer; para mí, es sobrevivir, inmovilizar. “Irresponsable”, que para otros es destruir; para mí es vivir, abrir, salir.
* * *
“Adaptación”, la palabra que dicen los popes que es el único tratamiento para el SFC. Pero esa palabra me engañó. Sí, quise ser una buena paciente: lloré e hice el duelo de lo perdido, sentí rabia por la cárcel en la que se había convertido mi cuerpo, aprendí a convivir con las fiebres, los mareos y el trancazo, reduje lo que hacía en doce horas a lo imprescindible que cupiera en sesenta minutos. Con los años sentía una cierta satisfacción. Creía que me estaba adaptando bien. Estaba orgullosa de mí misma.
Pero no era adaptación. Era reacción.
*
*
* Busqué otra palabra. “Puerta”. ¿Estaba siempre ahí? ¿Por qué no la veía?
* * *
Mi nueva voz al otro lado de la puerta espera y susurra diciéndome que no es una hora ni doce, que no es tiempo ni energía, que el viaje no es distancia si no bucear por debajo de la adaptación ordenada hasta el caos de la vulnerabilidad, de la contradicción, de la dualidad.
* * *
La letanía ahora es al revés. Antes: No me creen. No me lo creo. No me creo. No creo. No. Ahora: Sí. Sí creo. Sí me creo. Sí me lo creo. No me importa si no me creen.
* * *
¿Seré una desertora? Ahí atrás queda esa patria de absurdas esperanzas por cada tratamiento, de intensa vigilancia de cada síntoma, de las definiciones de los demás, de las investigaciones con moléculas desconcertadas. Soy una infiltrada en el mundo de los violonchelos lúcidos, de los pensadores despiadados, de los equilibristas al borde de un soneto.
* * *
Las teorías de las moléculas y de los genes no tienen la complejidad de las palabras sobre el acá y el allá, sobre mis sueños rebeldes, sobre las ventanas enamoradas de cada nube.
* * *
Antes estaba fuera del mundo y dentro de mí. Ahora salgo de mí para crear mi propio mundo sin deudas.
* * *
¿Estaré inmunizada a los espejos rutinarios?
* * *
Ya no está domiciliada en mi mente. Esta enfermedad, que me había colonizado totalmente, ahora habita sólo en mi cuerpo. La palabra ha sido el arma que ha desterrado la derrota precipitada y la lejanía desolada. Ahora el corazón está libre para sentirse eternamente agradecido al alfabeto de esas manos y al desafío de la puesta del sol.
* * *
Estas lágrimas que ves no son sólo emoción, son lo que me dio el arroyo ése del mundo en el que habito en el que la poesía quiere vivir el silencio para dejar espacio a la palabra. Intento juntar los extremos: palabra y silencio, palabra y eco de palabra. Sanada pero no curada.
* * *
Es la poesía de la inmunología y la inmunología de la poesía. |