Selección de prosa de
Jorge Braña
¿Quién soy? 


© Jorge A. Braña
Manuscrito inédito

N. Jersey, USA, 2002

Los Conectados

Jorge Braña


En un Trigal

 

  

Cruzando el trigal, las espigas palmoteándole la cara, dando saltos entre la hierba, los pies avanzando como por si solos, movido por un motor interno inexplicable, corría el niño por entre los cabellos de la tierra.  Atraído por el mar café amarillo, seducido por las olas suaves, había comenzado con un antojo feliz, pero a medida que se internaba entre las espigas, un deseo interno iba tomando cuerpo, y lo empujaba a seguir corriendo por el campo.  No parecía un país extranjero, más bien era otro planeta, pero entre la áspera dulzura de los granos tibios, creía entender por qué lo llamaban la madre tierra.  Doce años, pronto trece, sentirse grande y a la vez chico, con ganas de jugar como antes, pero los juegos con sus primos menores ya no eran lo mismo, lo aburrían, quería disfrutarlos y no podía; la gente adulta hablaba de la responsabilidad, los amigos de las niñas, quería sentirse parte de esos mundos, integrarse a ellos, ser responsable, pero no sabía bien qué cosas responsables hacer, qué decir acerca de las chicas, que sin duda comenzaban a producirle algo de inquietud; no sabía cómo interesarse, tampoco quería quedarse atrás, parecer niño ante sus amigos.  Y Natalie ya no le daba ni boleto, ¿dónde se había ido esa deliciosa complicidad de ayer?  Todo era tan simple y a la vez tan complicado.  Muchas veces lo invadía la sensación de que tenía que resolver las cosas, sin saber qué cosas resolver, llegar a un punto de entendimiento, de definición, no podía ser todo tan ambiguo, tenía que encontrar las explicaciones.  Correr, ah, correr… aunque tropiece en los pastos gruesos, aunque se sienta cada vez más encerrado en la plantación, entre esos duendes rubios que se hacen a un lado a su paso, aunque le rasguñen el cuello y la cara, correr sin rumbo, sin parar, internarse cada vez más en el bosque de los duendes-olas, mar simple, sin elecciones, trigo por todos lados, cualquier camino da lo mismo, detenerse o seguir no importa, da lo mismo cansarse un poco, para qué parar si podía seguir. 

 

Así corría el niño, empecinado, abriéndose camino entre las matas, deteniendo el tiempo en su carrera, dejando que la mente vagara por el devenir de los últimos días, dejándose embriagar por su propia e inexplicable energía.