A
Dos Pasos
A
DOS VOCES
Mientras
tus palabras cotidianas
llenas de oficina y cuentas
y olor a naftalina
sexpresan en voz alta
yo apenas las oigo
sumida en los ensueños
en los sueños
en los pájaros de la madrugada
en cada pequeño gesto
oloroso a flores
que de tu piel
más más secreto
memurmura
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Clara de la Fuente
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Hay
una parte de ti que olvidan las horas cotidianas, aquellas sumidas en perpetuar las
estructuras y cosas. Desde
el follaje me mira, oculta como el búho de la noche, jugar con arcos y
flechas, peñascos y lanzas. Atrapado
por la cacería moderna, no escucho el canto del cucú, y tú no
encuentras mis orejas; no distingo las sombras de las hojas y se te
pierden mis ojos; no alcanzo a atrapar el rocío matinal y de mi mano sólo
te queda la palma.
Convertido
en ser básico ruedo por el tiempo.
Cazando y cuidando, afilando lanzas, ordenando caminos.
Tú me sigues, interrogando tus sueños, preguntándote quién será
este ser tronco-piedra que no escucha tu canto, esperando el próximo
recodo del trayecto, donde tal vez la pausa rescate las cigarras y los
grillos.
Y
mientras tus pies siguen la marcha por el sendero abierto, tu sombra en
las sombras del follaje murmura, como el riachuelo a lo lejos, un monólogo
secreto y bello que clama ser escuchado.
En otro
paraje, enredada en la zarzamora, mi sombra también sueña con la caricia
del viento y el favor del sol, y en silencio evoca un explorar de peces
que se extravía cada vez que se pierde el río.
En los recodos a veces vuelve, sigilosa, a horadar la roca y hacer
nidos en los troncos, y todo se confunde una vez más, sabrosa melancolía
de sabores y aromas del festín donde se reúnen efímeramente las sombras.
Sí, hay
una parte tuya poblada de ramas que olvido en la cotidiana marcha.
Cuando el sol pega más fuerte, adivino sus pupilas a lo lejos,
mirando desencantadas mis manos temblorosas ordenando herramientas que preferirían
no tener que ordenar. Mi
sombra atrapada me recuerda entonces que ella también añora (ruega
desesperadamente) el rescate.
En un
escenario el afilador sin ojos videntes ni orejas antenas ni dedos táctiles se pregunta
por qué el silencio flota sobre los pies de la amazona sentada a su lado;
la mujer, a su vez, no comprende el objetivo de tanta palabra
rutinaria.
Tras otro
telón, dos sombras se pierden y se rencuentran, trazando complejos
laberintos, complotando ocasionalmente con volver a sus fuentes y fundir
los elementos: humores
y balanza, gritos y granito, huellas y canto.
(N. Jersey, 18 de
agosto, 2002)
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