VIAJERO SECRETO
Amabas los trenes con terquedad
porque te evitaban el terror
de quedarte como un ancla
pegado a tierra.
Me hablabas de esos seres vaporinos
moviéndose entre soñadas estaciones
como por entre la brisa marina que movió tu infancia,
asomando sus narices tiznadas
de carbón
con cierto miedo
cierta desconfianza,
sin ánimo alguno de quedarse.
Eras el hijo pródigo de la lluvia
me decías,
porque bajo ese techo a la intemperie
ni toda la tristeza de la vida
podía mojar tu sombra pasajera.
El hijo que volvía a bordo
agazapado
cada viernes bien de madrugada
al fortuito encuentro con los brazos
del padre amurallado.
Nadie sabe que tu sombra
no se perdió en aquella madrugada
de abril cuando se fue tu adiós.
Pocos saben que el dragón de fierro
y corteza ennegrecida,
te lleva en sus entrañas
encendiendo los caminos.
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