XIII
¡Mamá! ¡Mamá!
¡Mamá!
Mamá…
¿Mamá?
Hay golpes que son sordos.
XIV
Rítmicos
como tambores
desde su cuarto
los hermanos
cuentan
cada noche
las cervezas de su padre
en el cuerpo de la madre.
Las burbujas quedan suspendidas.
XV
En el norte
el niño aspira por su cuerpo
partículas de televisión vacías.
En el sur
el niño aspira un tarro de neoprén
sentado al borde vacío de la casa
.
Cuando en silencio los dos
levantan la mirada
en un punto intermedio
se encuentran
y se reconocen por un breve instante.
XVI
Por la noche
es demasiado hondo el camino
de las sábanas al baño
hay una laguna que envuelve su cama
y no la deja habitar más allá de sus aguas.
Por la mañana
es demasiado largo el camino
para pedir ayuda.
Hace demasiado frío.
XVII
La buhardilla
guarda secretas polillas
de infancia
grillos que la cobijan con su canto
y hojas secas de primaveras
que no llegan.
El subterráneo
guarda los fantasmas
que la persiguen por escaleras invisibles
esos que no se dejan atrapar
y le sonríen
cuando se sienta a la mesa
familiar.
XVIII
Había una vez una princesa
que al mirarse en la laguna
vio una bruja
que le guiñaba un ojo
y le hacía una promesa en voz baja.
Había una vez una bruja
que no lograba encontrar a su princesa
en el reflejo en la laguna.
Había una vez un estanque.
XIX
Le decían que lo hablara con Dios
que todo lo hablara con Dios
porque él siempre escuchaba
siempre la iba a ayudar.
Le decían que si imploraba su ayuda
nada malo podría pasarle
por el amor de Dios.
Pero cuando el padre llegaba a su cama
cada noche
se quedaba misteriosamente afónica
por el amor de Dios.
XX
Su primera muñeca
la tuvo en su cumpleaños número nueve
y lloró de emoción.
(y más tarde lloraría de dolor
al dar las gracias por tantos años)
XXI
“Soy chiquitita
como una pepita de ají
tengo el corazón grande
para quererte a ti”
Y de tanto querer
se perdió de ella misma en el camino
y se encontró con el lobo feroz.
XXII
¿Para qué?
¿Para qué extender migajas
si no pueden acariciar un pedacito de
alma?
Hay un hambre más urgente.
XXIII
Los niños de la plaza
conocen los caminos secretos que hacen las hormigas
el dormitar frágil de las flores
el leve zumbido de una estrella
las caricias nocturnas de madres
que aparecen sonámbulas
a cubrir sus cuerpos
pasajeros.
XXIV
Quería una piedra preciosa
y le llegó una roca
y en su desconcierto la tiró al mar.
La tomó en sus manos un niño
y la guardó pensando que era
un pedazo de luna.
Él solo quería una roca.
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