Poesía de
Nicole Lafourcade

  

Copyright - Nicole Lafourcade

 

Nicole Lafourcade

Mendrijos

 

XIII

 

¡Mamá! ¡Mamá!

¡Mamá!

Mamá…

¿Mamá?

 

Hay golpes que son sordos.


 

 

XIV

 

Rítmicos

como tambores

desde su cuarto

los hermanos

cuentan

cada noche

las cervezas de su padre

en el cuerpo de la madre.

 

Las burbujas quedan suspendidas.


 

 

XV

 

En el norte

el niño aspira por su cuerpo

partículas de televisión vacías.

En el sur

el niño aspira un tarro de neoprén

sentado al borde vacío de la casa .

 

Cuando en silencio los dos

levantan la mirada

en un punto intermedio

se encuentran

y se reconocen por un breve instante.


 

 

XVI

 

Por la noche

es demasiado hondo el camino

de las sábanas al baño

hay una laguna que envuelve su cama

y no la deja habitar más allá de sus aguas.

 

Por la mañana

es demasiado largo el camino

para pedir ayuda.

 

Hace demasiado frío.


 

 

XVII

 

La buhardilla

guarda secretas polillas

de infancia

grillos que la cobijan con su canto

y hojas secas de primaveras

que no llegan.

 

El subterráneo

guarda los fantasmas

que la persiguen por escaleras invisibles

esos que no se dejan atrapar

y le sonríen

cuando se sienta a la mesa familiar.


 

 

XVIII

 

Había una vez una princesa

que al mirarse en la laguna

vio una bruja

que le guiñaba un ojo

y le hacía una promesa en voz baja.

 

Había una vez una bruja

que no lograba encontrar a su princesa

en el reflejo en la laguna.

 

Había una vez un estanque.


 

 

XIX

 

Le decían que lo hablara con Dios

que todo lo hablara con Dios

porque él siempre escuchaba

siempre la iba a ayudar.

 

Le decían que si imploraba su ayuda

nada malo podría pasarle

por el amor de Dios.

 

Pero cuando el padre llegaba a su cama

cada noche

se quedaba misteriosamente afónica

por el amor de Dios.


 

 

XX

 

Su primera muñeca

la tuvo en su cumpleaños número nueve

y lloró de emoción.

 

(y más tarde lloraría de dolor
al dar las gracias por tantos años)


 

 

XXI

 

“Soy chiquitita

como una pepita de ají

tengo el corazón grande

para quererte a ti”

 

Y de tanto querer

se perdió de ella misma en el camino

y se encontró con el lobo feroz.


 

 

XXII

 

¿Para qué?

 

¿Para qué extender migajas

si no pueden acariciar un pedacito de alma?

 

Hay un hambre más urgente.


 

 

XXIII

 

Los niños de la plaza

conocen los caminos secretos que hacen las hormigas

el dormitar frágil de las flores

el leve zumbido de una estrella

las caricias nocturnas de madres

que aparecen sonámbulas

a cubrir sus cuerpos

pasajeros.


 

 

XXIV

 

Quería una piedra preciosa

y le llegó una roca

y en su desconcierto la tiró al mar.

 

La tomó en sus manos un niño

y la guardó pensando que era

un pedazo de luna.

 

Él solo quería una roca.