XXXVII
Una vez al año
vuelve la primavera
e intentar alcanzar un pedazo de cielo
y el algodón de la nube
en el volantín después del vuelo.
XXXVIII
Al final del día
harina tostada
agua
azúcar
la cuchara revolviendo en el tazón
y los ojos en silencio
sonriendo el festín.
XXXIX
La mañana del primer día de clases
queda todavía el rocío del campo
y la montaña
abrazado a la almohada.
XL
Miedo en medio de la noche
escondido
bajo sábanas
aprieta puños y ojos.
Llega el consuelo
en el canto de un grillo.
XLI
Un niño
de calcetines amarillos
corre empujando la carretilla.
Adentro
el volantín roto.
XLII
La casa del subterráneo
oscuro
húmedo
tenía una cerradura
y un candado
pero por más que buscaron la llave
jamás apareció.
Yo conocía
la entrada secreta.
XLIII
En algún lugar del bosque
una piña rodando.
Se acerca a recogerla
se huelen, se acarician.
XLIV
El insecto que encontró
esa mañana
en la pared
era de patas tan largas
que debió enredarse
entre los granitos
de cemento.
Iba vestido con una
túnica azul.
Al volver del cerro
por la tarde
ya se había ido.
XLV
A veces en descuido
veo su sombra pequeñita
pisándome la mía
un poco triste
me toma de una mano y quiere devolverme
no sé a dónde
yo le hablo en silencio
y a pesar de sus lágrimas insistentes
trato de explicarle que ya me fui por el camino
que soy otra
que no la necesito
que la recuerdo y la guardo con ternura
pero que por favor deje de seguirme para todos lados
como aparición.
No hay modo de hacerla entender
me sorprende por la espalda
siempre en los momentos mas inesperados
porque sabe que esa puerta sigue abierta.
XLVI
Guardaré para siempre tu voz
cuando tus ojos de asombro permanente
se posaron en los míos
y me llamaste sin querer “mamá”
Guardaré luego tu rostro
pequeño
confundido
y mis lágrimas por no poderte responder.
Guardaré también secreto
el querer llamarte “hijo”
Y así
nos guardaremos para siempre
sin voz.
XLVII
Eras el príncipe de los mendigos
Y reinabas entre tu ternura
Y los golpes que recibías por los otros.
Eras todo tú por tus hermanos
Fuerte y frágil
Oro y plata
Y cobre
Eras aún el príncipe
cuando te conocí y me regalaste
toda esa canción sin palabras
que entendí como un llorar feliz y en compañía.
Serás siempre ese príncipe
te llevaré encumbrado
y en silencio te defenderan las nubes.
XLVIII
Como huracán
Entraste así por la ventana
Despeinándonos la vida de aire fresco
Con el derecho a amar y a ser amada intacto
Y tus ojitos llenos de ansiedad cantora.
Como huracán que prueba con toda su fuerza
Hasta encontrarse en esos brazos que lo calmen.
Y aquí estamos
y estaremos
como guardianes de tu vida en bandolera
con los ojos y el aliento abiertos.
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