Armando López

"Por Qué Llora Vicente"

 

Así pasa un tiempo; sin testigos, recordando, oyendo voces, recreando imágenes. Deseando poder abrir su cráneo en dos y de una buena vez entender todo. Los gritos no lo dejan concentrarse; la gran tempestad no ha terminado.

El río corre indiferente. Se recuesta sobre su espalda. Unas cuantas nubes, rumiando vientos, lo observan pasivamente. Vicente retira las lágrimas de su rostro con los dedos, y un poco de aire trémulo escapa por su boca. Las nubes continúan mirándolo, y él dormita sintiendo el incómodo cosquilleo de un insecto sobre su cara.

Cuando sienta hambre y regrese a casa su madre lo estará esperando.

- ¿Adónde andabas, Grillo?

- Por "ay".

Ya no hay rastros visibles, ya no hay rabia contenida; sólo un leve amargo en la garganta. Ya no hay hormigueo en los brazos ni en el paladar. Todo sigue igual.

Mañana temprano tendrá que conseguir un nuevo cuaderno y otros colores. Pero esta vez no podrá ir con Doña Clara; y los tendrá que esconder en otro lado; tal vez en casa de Pancho. El domingo robará limosna a Santa Cecilia para poder pagar lo fiado. Dibujará a la Virgen suspendida sobre el río como una libélula, y la coronará con algodones. Arrancará la hoja del cuaderno, la doblará muy bien, y la meterá en la vitrina, y caerá junto a las otras hojas secas; y silencioso, entre velas e incienso, abandonará la Iglesia.

El hombre está hecho de barro, y los dibujos en la tierra se borran de un soplido.

 


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